Sin autonomía no hay calidad (en Medicina)

La situación actual de la sanidad no está marcada por los recortes, sino por el fracaso del amiguismo en el nombramiento de gestores que, como consecuencia, ha llevado a la privatización de la gestión que no comporta liberalismo, sino mayores restricciones a la actuación de los profesionales, unas limitaciones que van contra la propia razón de ser de la asistencia.

27/05/2013, Juan Gérvas

Llamamos sistema sanitario al conjunto de organizaciones que tienen el mandato legal de cuidar la salud de poblaciones e individuos. Esta definición excluye a la escuela (y a toda la educación) del sistema sanitario, por más que sean los maestros los agentes sanitarios fundamentales; por ejemplo, para la salud del niño no hay nada como tener una madre con buena educación formal. También se excluye del sistema sanitario la organización política y el soporte administrativo, que logra una justa redistribución de la riqueza, un gran desarrollo de la democracia, la limitación de la corrupción, la consecución de vivienda y trabajo, y otros muchos determinantes de salud que son clave pero dependen de sectores ajenos al sistema sanitario. Por ello se precisan acciones intersectoriales, para lograr salud en pleno sentido. Con todo, los profesionales sanitarios somos imprescindibles en algunas situaciones, como ante un paciente con apendicitis, o con insomnio, o frente a la muerte. La eficacia de la labor de los médicos se refleja en el aprecio de la población, la mejor junto a los científicos. En contraste, los políticos son menos valorados que la basura y reciben la peor nota de la población; por ello deben envidiar hasta el odio a los médicos y a los científicos. Quizá eso explique su permanente ataque a la autonomía de los médicos.

Brasil, sin médicos en las áreas rurales aisladas

Brasil tiene casi 200 millones de habitantes, la mitad de clase media. En Brasil hay experiencias extraordinarias dentro del sistema sanitario; por ejemplo, en el sector público de atención primaria, como en Río de Janeiro, Sobral, Curitiba, Florianópolis y otras ciudades. También hay profesionales extraordinarios. Brasil es hoy un mundo vibrante y en ebullición, una país que está pasando de «en desarrollo» a «desarrollado», capaz de competir en aviones, por ejemplo, con Canadá (Embraer contra Bombardier).

En Brasil el sistema sanitario tiene problemas, como en todos sitios, entre los que se incluyen la mala distribución geográfica de los médicos y la falta de políticas intersectoriales

http://equipocesca.org/new/wp-content/uploads/2011/08/brazilian-health-service-at-glance-lancet-23-july-2011.pdf

Por ejemplo, en Manaus hay un médico por 574 habitantes, mientras en la zona del Amazonas que le rodea hay un médico por cada 9.000 (y en algunos lugares se tarda hasta cinco días en llegar en barca pues no hay carreteras ni para acceder al propio Manaus, con casi dos millones y medio de habitantes).

Dado el impacto de los determinantes de salud, es fútil, por ejemplo, el querer paliar los problemas de salud de las zonas más abandonadas de Brasil, en pleno Amazonas o en otras áreas rurales de bajo Índice de Desarrollo Humano, con el aporte de médicos. Es cierto que en estas áreas no hay médicos. Ni enfermeras. Ni farmacéuticos. Ni agua corriente potable. Ni tratamiento de aguas residuales. Ni infraestructuras. Ni, muchas veces, justicia. Son áreas dejadas de la mano de dios.

Para llevar médicos allí hay que mejorar las condiciones de vida, y al mejorarlas mejorará en mucho la salud, con o sin médicos. Pero el problema es acuciante, y el Gobierno de Brasil solicitó a Cuba enviar 6.000 médicos a esas áreas, con condiciones de contrato increíbles (si son ciertas): sin poder cambiar de puesto de trabajo, por dos años prorrogables a tres, con salarios insuficientes, sin hacerse cargo de familiares ni apoyar su educación, sin vivienda (sólo «habitación»), sin convalidación del título y sin posibilidades de establecerse posteriormente en Brasil como médicos. Se ha hecho oferta similar en España. Y en Portugal, donde las condiciones han sido calificadas de «esclavitud», y los médicos que las acepten de «prisioneros».

Puede que Cuba cumpla con la solicitud y envíe esos médicos «paracaidistas», como si fueran en misión ante un desastre, pero eso sólo es posible por ser una dictadura. Para ejercer como médico se necesitan otras condiciones, sobre todo autonomía. Autonomía para, por ejemplo, denunciar las condiciones sociales y económicas terribles que provocan sufrimiento, enfermedades y muertes evitables. De esa autonomía poca tendrán los médicos que acepten contrato en Brasil, en las áreas rurales abandonadas. Van allí a apagar fuegos para que otros no tengan que solucionar las causas de los mismos.

En España tenemos también mucho de esa esclavitud, de esos médicos «prisioneros». image__gervas_juan_DSCF0015_980716786891362220

De gerentes «a dedo» a privatizaciones «a manos llenas»

En España los partidos gobernantes han marcado una línea autoritaria irrenunciable y común: el nombramiento «a dedo» de gerentes de hospitales y de áreas de primaria. Mientras en Nueva Zelanda, por ejemplo, se hacen convocatorias internacionales para poder elegir entre los mejores gerentes sanitarios del mundo, aquí se selecciona entre los amigos, y sobre todo entre los simpatizantes del partido. Se nombran comisarios políticos, más que gerentes (con las debidas excepciones que confirman la regla). Es la lógica de los corruptos, que se disfraza de «liberalismo». Por supuesto, liberalismo entendido como libérrima voluntad para preferir a los sumisos, a los que intentarán limitar la libertad de los clínicos.

Y así nos ha ido, de fallo en fallo, de error en error, de descontrol en descontrol. En lugar de potenciar lo mejor de un sistema sanitario universal de cobertura pública, se ha premiado la mediocridad y el servilismo. Todo muy «atado y bien atado», con poca innovación, con menos autonomía y con mucho inmovilismo. Aquí da igual el PSOE que el PP, y ambos que CiU, pues es la cultura de corrupción y del asalto al Estado de los partidos políticos sin democracia y sin transparencia. Quieren el control del sistema sanitario, y el control logran a través de gerentes que muchas veces tienen por misión principal limitar el campo de acción de los médicos y ocultar deudas que han crecido sin parar. Destrozan así el sistema sanitario, pero eso parece no importarles, como no les importó saquear las cajas de ahorro, hasta hacerlas desparecer pese a contar con historias centenarias y miles de millones de euros en caja. Son insaciables.

Cuando el sistema sanitario cae, el liberalismo se horroriza por el descontrol que ha provocado y los políticos asustados no se ven reflejados en el espejo sino que, cegados por el monstruo que han creado, miran a fuentes más «estables» (para no ver la deuda insoportable, ni a los médicos atados de pies y manos). Ya no pueden seguir con los gerentes «paracaidistas», y ahora buscan el más lucrativo negocio de la privatización; pasan de los nombramientos «a dedo» a la privatización a «manos llenas». Quieren crear otra burbuja, una vez desinflada la burbuja inmobiliaria. Corrupción sobre corrupción. Corrupción sin límites.

La privatización carece de transparencia, o se impone con reglas leoninas. Del estilo de las que estamos viviendo en Cataluña y en Valencia, y de las que se están implantando en Madrid. Por ejemplo, mientras se desligan sueldos y pensiones de la inflación, el pago a las empresas privadas se actualizará de acuerdo a la misma (al IPC). Por ejemplo, no son contratos de prestación de servicio, sino dejación del aseguramiento. Por ejemplo, no hay normas ni estándares de calidad, no hay objetivos sanitarios ni en salud. Por ejemplo, los hospitales privados no podrán cubrir toda las necesidades por lo que seguirán «colgando» de los públicos. Por ejemplo, no hay documentación ni estudio técnico-científico que justifique la mejor prestación de servicios y la mejor salud a través de la privatización. Por ejemplo, no hay compromiso para respetar la autonomía clínica de los médicos. Etc.

Se pasa así a un sistema que parasita lo público, que saquea lo público, que se presta a la corrupción y el amiguismo y que tiene por enemigo al médico y su autonomía. Se busca el servilismo, y el inmovilismo.

Como si no fuera suficiente, los políticos pretenden entrar en la intimidad de las consultas. Es decir, pretenden firmar recetas con corbata, no con bata, en dura frase de Javier Padilla

http://medicocritico.blogspot.com.es/2013/05/firmando-recetas-con-corbata-no-con-bata.html

En la práctica instalan algoritmos en la historia clínica electrónica que llevan a medicamentos y a tratamientos «según protocolos». No es ciencia ficción, es práctica diaria en Andalucía, y en su versión extrema en Valencia. Sabemos que tales protocolos, guías y algoritmos carecen de fundamento científico, y más cuantos más expertos participen en su confección

http://equipocesca.org/new/wp-content/uploads/2009/04/experiencia-ciencia-y-medicina-basada-en-pruebas-en-atencion-primaria.pdf

Sabemos que no son sistemas de ayuda a la decisión, que podrían mejorar la calidad, bien analizados por Rafa Bravo

http://rafabravo.wordpress.com/2013/05/19/satd/

Los médicos precisan autonomía para ofrecer calidad, para adaptar la respuesta a las necesidades y a la situación del paciente concreto (la lex artis ad hoc que exigen los jueces). El control es bueno, pero la confianza es mejor. Los servicios sanitarios son personales y si se desconfía del personal hay que cerrar. Sin autonomía no hay calidad, ni Medicina.

Juan Gérvas (jgervasc@meditex.es)es médico general y promotor del Equipo CESCA (www.equipocesca.org) mpf1945@gmail.com @JuanGrvas